La leyenda del Delfín Rosado del Amazonas

Cuando el sol se va, la selva comienza a verse en contraluz y es difícil divisar con claridad cualquier cosa, en el agua del río algo empieza a moverse. Emerge y se sumerge. En el río Amazonas que pasa por la selva colombiana vamos a encontrar a su habitante más característico denominado por los indígenas el delfín rosado o también llamado Boto. Este es el delfín de agua dulce más grande del mundo. Alcanza longitudes de hasta 3 m y pesos de 200 kg. Su color rosado está determinado genéticamente, pero su intensidad depende de la actividad física del animal y su edad, de joven es gris y con cinco años ya llegando a su madurez se vuelve rosa.



En esta leyenda se comenta que el delfín rosado fue un joven guerrero indígena. Pero uno de los dioses le envidió, decidió transformarlo el delfín, con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos del Amazonas. En el mes de junio, mes de fiestas, danzas, fuegos y música, los indígenas celebran los natalicios de sus santos y los hombres están ocupados divirtiéndose, los delfines rosados salen del río para seducir a las mujeres jóvenes. Se cuenta que esto ocurrió ya varias veces. El delfín rosado se convirtió en un hombre atractivo, un amante insaciable que se acerca a la orilla.

Vestido de blanco y sobre su cabeza un sombrero de paja. Bajo el sombrero esconde la única característica que le quedó del delfín, el orificio en la cabeza por donde respira. Es por eso que cuando algún hombre de sombrero se presenta durante el mes de junio, los habitantes de la selva amazónica piden que se quite el sombrero para asegurarse de que no sea un delfín. El atractivo delfín baila perfectamente y ninguna mujer puede huir ante sus encantos. Él escoge a la muchacha más bella, le dice piropos, baila con ella y al final le propone un paseo al borde del río.


Al día siguiente, la mujer no recuerda nada de lo que había pasado en la noche al poco se da cuenta de que está embarazada. Este estado de cosas no provoca ninguna sensación entre los indígenas que saben que el único culpable es el delfín rosado y la pobre e inocente mujer se dejó llevar por unos cuantos piropos y un físico atractivo. Las mujeres indígenas y los delfines de Amazonia prefieren no acercarse mucho. En la cuenca del Amazonas, los nativos son muy supersticiosos y llaman a los niños que nacen con espina bífida botos.

Creen también que si le hacen daño a los delfines rosados, sus hijos nacerían con una enfermedad. De acuerdo con la leyenda local, las mujeres jóvenes en los días de su menstruación y en las noches de luna llena que no entren a las aguas del río Amazonas o anden por el río en una canoa, pueden contar con la visita del delfín que irá a embarazarlas. Por esta causa se les acredita a los delfines rosados la paternidad de todos los niños sin padre de la región.

Hasta se han encontrado casos de niños registrados en las notarias como hijos del delfín. Por esto, los hombres indígenas de la región intentan a veces acabar con la vida de estos animales, pues no quieren que ellos embazaren a sus mujeres.

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